miércoles, 20 de mayo de 2009

Cadena de acciones

Este blog se ha ocupado principalmente hasta ahora de desmitificar algunas complejidades teóricas simplificándolas en la medida de lo posible. Quiero rescatar ahora algunas simples vivencias cotidianas que difícilmente necesiten de simplificación alguna. Pero van igual:

1) Recuerdo un viaje al Uruguay cuando tendría yo unos 5 o 6 años. En medio de la ruta nos sorprendió una lluvia torrencial y mi papá, generalmente un cuidadoso conductor, se metió accidentalmente en una pequeña cuneta de barro de las que nos vimos impedidos de salir por propia habilidad de coche y conductor. Recuerdo que mis padres fantaseaban con la posibilidad de que pase un tractor y nos saque de semejante apuro, pero apenas si pasaba algún auto por, en aquella época, tranquila ruta. Al rato quiso la ocasión que se personifique a ayudarnos un perfecto desconocido que detuvo su propio auto para intentar darnos una mano. Mi papá bajó, saludó, y entre los dos parece que concluyeron que la mejor solución era utilizar la fuerza de los músculos de ambos en conjunto para resolver el enigma. Empujaron y empujaron y creo recordar que con mucho esfuerzo. Imagino que el desconocido se habrá negado a que también ayudara mi mamá y habrá convencido a mi papá de que frente a semejante tormenta lo mejor era partir al instante en que el problema estuviese resuelto. Porque pocas personas conocí más agradecidas que mis padres. Así que luego de un par de empujones más, mi papá montó al volante en movimiento, aceleró y el auto finalmente mordió el asfalto y recuperó su cualidad móvil. Desde mi asiento trasero miré hacia atrás y vi al desconocido parado y alejándose mientras sonreía y saludaba con el brazo en alto, su obra de solidaridad ya realizada. Pero no había habido últimas palabras y la lluvia era tal que probablemente no hubiese podido ver mi mano saludándolo a través de la empañada luneta trasera. Era alguien a quien no volveríamos a ver. Me di vuelta angustiado y les pregunté a mis padres si no había alguna manera de poder agradecerle, que cómo era posible no poder retribuirle lo que él nos había dado. Me contestaron con ternura y gran sabiduría, y me explicaron que las buenas acciones se realizaban en cadena. Que probablemente tuviéramos ocasión en el futuro de ayudar a alguien, y eso despertaría a su vez en ese alguien el deseo de agradecer ayudando a otro.

2) Hay veces que las ayudas que nos prestan los desconocidos que nos cruzamos a diario en una gran ciudad son bastante más sutiles que en la historia que acabo de relatar. Encuentro con frecuencia escenas en las calles con actitudes de personas que me llenan de esperanzas sobre una sociedad a la que muchas veces veo derrumbándose en su honestidad. Y en su mayoría no son escenas que me involucren directamente, sino tan solo escenas frente a las cuales mi mayor agradecimiento es que me permitieron hacerles de espectador.

3) Me sucede cuando veo a alguien ayudar a otro, cuando veo esos encuentros casuales entre dos personas que al verse les explota la cara de alegría y emiten un hola que se alarga cariñosamente en la o, cuando veo a una persona que con algún pequeño acto o chiste contagia de alegría y ganas de vivir a los demás. Me sucede cuando veo realidades de otros que me parecen muy distintas a las mías, al verlos, como decimos por estos lares, ponerle onda a lo que hacen y darme cuenta de que esa posibilidad de construir felicidad con nuestros actos, aún dentro de lo que nos toca vivir, se relaciona con una capacidad humana que todos los pertenecientes a la especie tenemos la posibilidad de utilizar.

3) Recuerdo esa hermosa escena de la película de Wenders, "Der Himmel über Berlin", en donde Damiel y Cassiel comparten notas sobre simples observaciones urbanas que parecen de alguna manera quebrar el gris tono diario de la rutina automatizada. Mis notas incluirían a dos niños pobres en El Salvador que con sus blancas sonrisas y sus manos saludando hacen sonreír desde una playa a un alto ejecutivo viajante que los mira desde un restaurante dos pisos más arriba y les saluda en contestación, y ninguno de los tres busca absolutamente nada más que eso del otro. La chica en la caja de un fast food en Buenos Aires que marca el pedido del cliente presionando varias veces la tecla "sin mayonesa" para que el ticket sea más largo y los que preparan el pedido no se olviden, mientras ríe por su ocurrencia sabiendo en el fondo que esa creatividad evitará que su puesto de trabajo allí se extienda mucho tiempo más. Los jóvenes que se cruzan en New York, uno con unas cajas enormes con unos altavoces profesionales de estudio, y el otro, al advertir su compra, le anuncia que ha sido muy acertada y cuánto que va a disfrutarlos, mientras el primero tan solo logra responder que se dirige al aeropuerto de regreso a Perú. La chica que en el boliche de oscura música electrónica, en medio de la pista, anuncia: "a ponerle onda a partir de" y al grito de "ahora" comienza a sonreír y a bailar contagiosamente. La anciana que le habla a un hombre en la cola del supermercado y le cuenta que ella siempre fue profesora, y siempre de secundario porque le gustaba estar alrededor de esos jóvenes que se reían de todo durante todo el tiempo; y el hombre, ya no tan joven, que ríe al escuchar la historia. La chica que encuentra al bebé de su amiga en brazos de su tío, y que al sentarse a su lado el bebé le tira los brazos entre un mar de sonrisas de las que termina contagiado no solo el tío sino medio colectivo, y que al bajar un hombre agradece por haber logrado al ver la escena disipar sus propios fantasmas y miedos ante la posibilidad de tener un hijo con síndrome de down. La niña de 5 años, harapienta, que pide que le compren algo de comer en un bar del microcentro porteño; un hombre entra con ella, pregunta qué quiere comer y, cuando le van a cobrar, el hombre nota que le faltan veinte centavos para tener el cambio justo, y la niña toma sus monedas de limosna y se las ofrece preguntando si sirven, y el hombre las acepta y ambos se quedan felices de poder haber ayudado al otro. El adolescente que escribe una nota durante un viaje en tren y se la entrega anónimamente a una adolescente que jamás volverá a ver, y la nota que dice "vos tenés mis palabras pero yo me quedé con tus ojos", y la adolescente guarda la nota y de regreso en su casa se la muestra orgullosa y altanera a su madre. El hombre que se para en medio de la proyección de la canadiense "La decadencia del imperio americano" y grita señalando a la pantalla "¡Pero ése es argentino!" mientras el resto del cine ríe. El guardia del museo del palacio real de Madrid, que detiene a un hombre en la puerta y le pregunta su nacionalidad, y ante su respuesta le dice que hoy los de su nacionalidad no necesitan pagar y lo deja pasar, y así hace también con los que siguen, sean de la nacionalidad que digan ser.

4) Amo vivir en grandes urbes.



18 comentarios:

  1. Pues si.......Lo que le pone un punto negro al asunto es que esos gestos y actos no comprometen ni suponen gran gasto de nada. Siendo hechos como estamos hechos, me temo que siempre hacemos cuando obtenemos. Es posible que el señor que sacó a tus padres y a ti de la cuneta estuviera expiando las culpas de acabar de pegarle a su mujer (que católico me ha quedado lo de expiar...). No veo nada de bonito ni de esperanzador en ello, al contrario, me parece que lo esperanzador y lo bonito es reconocer esto mismo, y que a base de coordinar nuestros profundos egoismos conseguimos colaborar en cosas, a veces, grandiosas de las que se benefician muchos. Eso si que es belleza y grandeza, el que unos egoismos tan grandes y abyectos, el que unos mamíferos tan absolutamente centrados en si mismos, consigan a base de coordinar esos mismos yoes, para que un montón de yoes se aprovechen.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. No veo nada de malo en dar a cambio de recibir. Más católico que expiar culpas me parece que te quedó esta idea implícita de que lo bueno es dar sin recibir nada a cambio, idea del catolicismo medieval, resaltada luego en el romanticismo, que era mayormente utilizada como argumento de seducción para sacarle provecho al otro sin deberle nada.
    El egoísmo como vos bien señalás es la base que nos permite finalmente coordinarnos y ayudarnos mutuamente. No entiendo lo abyecto de algo que produce cosas tan buenas, pero tus palabras me ayudan a ir pensando un poco más el tema.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. No, si lo que digo es que SIEMPRE que uno da recibe algo a cambio. O mejor, si uno da algo es porque SIEMPRE algo saca....

    ResponderEliminar
  4. Completamente de acuerdo. Incluso me hace recordar a la razón por la que me levanto cada mañana: porque creo que algo bueno voy a saber recibir durante el día.

    ResponderEliminar
  5. Que va, que va, te levantas todas las mañanas, porque la alternativa sería muy pero que muy rejodida. Sería no levantarte.....Tus creencias ahí no pintan nada. Todavia para ti, el levantarte es mejor que no hacerlo. Para el suicida, el levantarse ya no es la mejor de las opciones.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. La verdad es que he intentado quedarme en la cama varias veces, y no me ha parecido jodido. Tan solo un poco aburrido cuando estoy solo en ella. Y el aburrimiento me hace pensar que lo divertido debe estar en otro lado, y es lo que me lleva generalmente a levantarme. Ése extraño suicida del que hablás (extraño porque no parece estar muerto en el relato) debe encontrar algo mejor en la cama (o menos peor, esto depende de si uno ve medio vaso lleno o vacío), solo que si su plan es suicidarse de tanto estar en la cama, intentaría recomendarle algo más rápido.

    ResponderEliminar
  7. Tu historia del auto me hizo ver desde un nuevo punto de vista una situación similar. En unas vacaciones en Mendoza nos agarró una tormenta increíble que en minutos inundó hasta las rutas. Nuestro auto quedó detenido, por supuesto, y empezaba a balancearse en la corriente. Yo tendría 7 u 8 años y estaba asustadísima. Atrás de nuestro auto venía un colectivo, de donde varios hombres se bajaron para sacarnos del auto y subirnos por las ventanillas hasta las butacas del micro. La corriente que había hacía que se tuvieran que agarrar de los paragolpes y de cuanto pudieran porque si no los arrastraba. Nunca me pregunté (hasta ahora que leo tu post) por qué corrieron semejante riesgo. Y no creo haberles agradecido tampoco. Confío en que mis padres sí lo hicieron, como los adultos que ya eran en ese momento. Sí le agradecí a la señora que, de adentro de una canasta, se puso a sacar uvas y sánguches y a repartirnos a los varados. Recuerdo todo eso con mucha alegría. La solidaridad que vi en ese momento fue increíble. Y también el sentido del humor con el que la mayoría eligió pasar el momento. Supongo que es parte del background que tengo hoy por el cual siempre quiero ayudar.

    Hermoso punto de vista para vivir en la urbe.
    Saludos,
    Shirubana

    ResponderEliminar
  8. Shirubana, me gusta esto que señalás del humor y la solidaridad. De alguna manera la solidaridad tiene un adicional contagioso. Es como una matemática en donde saco uno de aquí y otro lo recibe allá, y yo recibo uno a su vez, y un tercero también recibe uno. Y sin pérdidas, sin gasto de nada como dice Jesús (el lector de este blog, no el más famoso), se obtiene una ganancia. Hay veces que agradecemos más la posibilidad de ayudar que la de ser ayudados.

    ResponderEliminar
  9. Discúlpeme, Dennis, pero sus matemáticas me resultan muy extrañas. ¿Cómo es eso que quita uno y de ese mismo uno lo anda repartiendo a troche y moche?
    Hay una canción muy linda de Silvio Rodríguez que dice en un momento "con un poco de amor tanto me enriquecí que gastaba y siempre quedaba mi poco de amor". Me parece que usa idéntica matemática que usté :)
    Me gusta me gusta.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  10. Vamos a ver......
    1) Lo de no levantarse de la cama y el suicidio no era para entenderse de forma literal. En Japón hay una forma de suicidio social (la palabra que utilizan para ello, viene a significar eso, básicamente) que cosiste en eso, no levantarse mas de la cama, o quedar recluido en tu habitación durante años. Eso, no levantarse, negarse a vivir, apartarse de los otros.
    2) Partiendo de la base de que casi todos los seres humanos nos sentimos como miserables, lamentables y monstruos, cuando pudiendo ayudar a alguien en apuros, y sabiendo además que podemos hacerlo corriendo un riesgo razonable, no lo hacemos, buscamos de forma inmediata y visceral el poder mirarnos a espejo, sentirnos como buenas personas, como seres humanos aceptables. Una vez mas, lo que buscamos es nuestro propio bien, por encima de todo, y los demás desde luego se benefician. Los problemitas vienen cuando esa necesidad egoista, ese buscar nuestro bienestar a traves de los otros, no se coordina con esos otros. En mi profesión es algo clave, porque tu necesitad de ayudar puede entorpecer precisamente la necesidad del otro de sufrir para crecer. Los padres, son otro ejemplo, donde su necesidad de proteger y de ayudar, puede entorpecer el desarrrollo de sus hijos, a base de no dejar que se solucionen sus propios problemas.
    Por tanto, este tema, se puede ver como uno quiera, puede uno teñirlo de realismo mágico, o de realismo meramente existencial. Yo me quedo con lo último, la mágia para el circo..

    ResponderEliminar
  11. Jesús, no sabía lo de los japoneses. Me sigue pareciendo una manera demasiado lenta de suicidio, aunque imagino que se relacionará con que los japoneses se suicidarán por lo frenético de sus vidas diarias y les parecerá absurdo apurar también el suicidio.
    Los demás conceptos que volcás me inspiran para futuros posts. Gracias por tus comentarios.

    ResponderEliminar
  12. De nada, faltaría mas. Si, de hecho es una "enfermedad mental" que no se dá en ninguna otra parte del mundo (creo que se llama ikikumori, o algo así). Lo curioso del asunto es que cuando el problema se lo presentan a un psiquiatra occidental, estos opinan que los psiquiatras japoneses están locos. Japon es la sociedad mas colectivista que existe en el mundo, y este es uno de sus, como lo diria....subproductos.

    ResponderEliminar
  13. Hola!! Luego de haber respondido a uno de mis mensajes acá esta mi vuelta por tu blog. Coincido en que ser espectador de bellos momentos de afecto entre personas es único y se siente muy cálido. Pero conseguir ésto es algo que muy pocos logran. Primero porque hay que ser perceptivo y segundo porque se debe creer en eso que se está viendo. No creo que los seres humanos nos guiamos en base al egocentrismo, sino que es solidaridad lo que nos mueve. En psicología uno de los grandes debates es ver si el hombre se guía por el egocentrismo o la solidaridad (caridad), solo son cuestiones en donde uno decide de qué lado estar. Nada más que eso. Yo sigo pensando y creyendo que lo que despierta en nuestros corazones siempre va a ser el amor y no otro sentimiento compensatorio a nuestro gran ego. Saludos!!!

    ResponderEliminar
  14. Hola, Gisela. Bienvenida al blog. Concuerdo con vos en que la psicología es uno de los grandes responsables de ese en apariencia insuperable dualismo entre egocentrismo y caridad. El tema da para un post aparte que espero escribir pronto, inspirado en los comentarios sobre egocentrismo que han aparecido aquí. Gracias por tu aporte y seguiré atento a tu blog.

    ResponderEliminar
  15. Pues Gisela, va a ser que simplemente abriendo cualquier diario o periódico, te vas a dar cuenta de que te equivocas.....Eso que dices despierta si, pero raramente.
    Rosseau decía que el hombre es bueno por naturaleza, y la sociedad lo corrompe, pero me temo que mas bien es a la inversa: con mucho esfuerzo y dedicación, de un autentico animal conseguimos un humano que tal vez se coordine con otros. NO hay mas que ver a los niños: mio, mio y mio. Luego van aprendiendo a intercambiar, a coordinarse. Pero con mucho esfuerzo y repito dedicación.
    Si, al final va a ser que cada cual se queda con lo que quiere, lo que no implica que la visión que uno prefiera esté absolutamente errada.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  16. Disiento por completo con Jesús. Por empezar, no creo en la existencia de un estado natural para el hombre. Ni siquiera puede saberse cómo sería un hombre sin la influencia de otros porque se sabe que moriría al poco tiempo (bueno... creo en lo que he leído. Nunca lo probé). Por otra parte, respecto a lo que aparece en el diario, es sabido que se encargan de publicar las cosas malas en mayor medida. Si responde a la gente mala o al morbo generalizado de la gente, no lo sé. Tal vez responda a la intención de mejorar que todos tenemos, y creen que mostrando lo malo lo consigamos más rápidamente. Por mi parte, en mi entorno veo a diario más cosas buenas que malas, tanto en mi familia como en mi trabajo como en la calle.
    Lo del mío, mío, mío de los niños tampoco es generalizado. He conocido niñitos a los que de bien chiquitos no han tenido problema en compartir. Claro, tiene que ver con sus padres, su entorno, etcétera. Pero ahí volvemos al inicio de lo que escribí.
    Sin embargo un poco de acuerdo estoy en que lo que nos mueve es el egocentrismo. En alguna medida, cuando se hace algo por los demás, algo de amor propio se está alimentando. O sea.. no creo que haya algo que se haga sin absolutamente ningún interés personal: siempre hay algo que nos toca y nos lleva a hacerlo. El desinterés absoluto por algo o por alguien nos llevaría a ignorarlo.

    A menos que egocentrismo excluya por completo al otro, y que solidaridad incluya el amor propio.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Obviamente, no has visto ni leido nada sobre los niños salvajes. El experimento está hecho, si que hay niños que han crecido sin educación humana, y son absolutamente ineducables y salvajes irrecuperables. No son humanos, aunque en determinado momento fueran humanizables. Ese estado natural, sin la "presión" y la influencia del entorno social y cultural, nos devuelve un humano "natural" absolutamente asilvestrado. Un mono es mas civilizado.
    En cuanto a lo segundo, quitale ese interes, ese ¿como lo llamaste? amor propio, y verás desaparecer como humo cualquier acto "altruista". SIEMPRE hay un intercambio, y siempre, al final del dia, se trata de lo que YO saco, sea lo que saco mas o menos tangible. Y eso, creo que está bien. Lo que está muy mal es confundir los términos, porque si yo me digo que "esto lo hice por ti" y tu además no tenias conocimiento de eso, si yo no te respondo de acuerdo al librito de cuentas que tu llevas, entonces tu respuesta va a ser de rencor y rabia, no teniendo yo nada que ver con lo que has hecho de motu propio y por tus propias motivaciones.

    ResponderEliminar
  18. En cuanto a los diarios, claro ahí solo aparece lo evidentemente MALO. Lo implicitamente malo, lo puedes ver también en acto aparentemente BUENOS y altruistas. Por ejemplo: cuando la comunidad Bosnia escapó de su pais, en algunos sitios los acogieron un grupo de buenos samaritanos que les dieron hasta trabajo en el pueblo. Buena gente ¿no?. Si añadimos que el trabajo era bastante sufrido y que les pagaban una miseria la hora, tambien es bueno ¿no?. Y además, les decian que lo hacían por ellos. Claro....
    A Africa va muchísima gente a escapar de sus infiernos personales, y de sus vidas. Y además en algunos casos los Africanos lo necesitan y se coordinan bien con esa necesidad de los Occidentales. Sinembargo a mi me parece, que el día que se pongan de acuerdo en Africa, y expulsen a todos esos buenos samaritanos, les va a ir un poquito mejor, porque eso supondrá la desaparición de unos cuantos males endémicos que tienen que ver precisamente con las dependencias, y la permanencia de occidente.

    ResponderEliminar