1) La crisis de la modernidad se ha caracterizado estos últimos años, al menos en estas sureñas latitudes porteñas, por una suerte de inversión generacional. Me he cansado de ver escenas urbanas en donde niños de escasa edad y alta astucia actuaban pintorescos escándalos ante padres cuya repetida y automática respuesta era "no... no... no... bueno, está bien". La enseñanza de "persiste y triunfarás", antaño utilizada para señalar la importancia del esfuerzo y la fe en la puesta en acto de los deseos humanos, ha sido hoy día reducida al aprendizaje de que un griterío infantil vale más que un límite parental.
2) Sin embargo no solamente los niños han aprendido lo fácil de quebrar límites ante una generación de padres en retirada (aprendizaje probablemente de cómo ser el día de mañana un adulto resentido o de la conveniencia de dedicarse tiempo completo a la heroína), sino que los mismos padres han aprendido mediante una autocrítica devastadora que los caprichos individualistas que buscan la satisfacción inmediata son mucho mejores y prácticos que los lentos deseos que se construyen junto a un otro.
3) La disciplina, ese arte comunitario que solo puede ser incorporado por el sujeto mediante un proceso activo de apropiación, ha sido dejada de lado por una cultura del facilismo que ha calado hondo en las instituciones educativas de niños y adolescentes. En la gran mayoría de escuelas públicas del país la consigna hoy día es "nivelar hacia abajo". En nombre de un paternalismo substituto que saque a los chicos de los peligros de las calles de una urbe casi sin ley y sin protección policíaca, todos deben estar en la escuela. Y así aprueban sin estudiar y sin esforzarse, o mejor dicho con un esfuerzo mal ubicado que consiste en tener que aguantar el tedio diario que ofrece la escuela corrupta. Este nuevo paternalismo transmite también pocos límites, cediendo cada día un poco más de terreno ante el avance de los libertinos caprichos infantiles.
4) Entre los delirios de los derechos humanos aparece así el derecho del niño a elegir lo que más le conviene. Claro que alguien podría pensar en lo absurdo de intentar elegir lo más conveniente con un conocimiento tan solo superficial de unas pocas opciones, con el conocimiento limitado que suele tener una persona antes de su madurez. Sin embargo el miedo casi fóbico a poner límites a los escándalos infantiles que muestran los padres posmodernos parece tener un correlato social que produce análogos resultados. No solo en varias facultades universitarias los alumnos quieren participar en las decisiones de qué debe incluir un plan de estudios sin haberse siquiera graduado, sino que también los alumnos secundarios toman colegios en nombre de la justicia, e incluso hemos sido testigos en estos años de la toma de un colegio primario (sí, a manos de las palomitas blancas) con niños de guardapolvo levantando pancartas políticas escritas por algún adulto abusador.
5) La nivelación hacia abajo ha llegado ahora hasta el absurdo de las himnos patrios. En el afán de los adultos por atraer la tan distraída atención de niños y adolscentes (que con justa razón intentan mirar hacia un lugar más sólido que el autoirrespetuoso "no... no... no... bueno, está bien") la nueva e ingeniosa idea ha sido tratar de seducirlos disfrazando a la historia patria de producto de consumo rockero y cumbiero.
6) ¿Cuál es el sentido de reversionar los temas? De seguro no es realizar un acto artístico de vanguardia en un 2009 ya tan lejano de la mítica improvisación del Star Spangled Banner de Jimmy Hendrix o de La Marsellesa en la introducción del All You Need Is Love de The Beatles. Suena más a un puñado de artistas venidos a menos que intentan manotazos de ahogados para permanecer en la superficie de lo comercial. Lito Vitale, el director de esta política idea, explica que el objetivo de todo el asunto es sacarle lo militar a los temas y acercarlos a los chicos.
7) Dejando de lado el debate sobre la demonización de los símbolos militares históricos en nuestro país, me resulta triste esta idea de acercar las cosas a los chicos en vez de intentar acercar a los chicos hasta las cosas. Con este criterio podríamos intentar un nuevo diseño de la bandera nacional en donde los rasgos del sol se parezcan a Ben-10. De esta manera lograríamos acercar la bandera hasta los chicos, con el propósito de que no aprendan nada nuevo para sus ya completas visiones del mundo. Me imagino a los fanáticos de la cumbia escuchando la versión del Himno a Sarmiento y diciendo "la verdad es que está mucho mejor el disco anterior de Damas Gratis, son recaretas ahora".
8) Ya Piaget afirmaba que para aprender algo se necesita que ese algo no esté muy lejano de lo que conocemos, pero tampoco muy cercano. En vez de propiciar diferentes posibles recorridos para el aprendizaje, en donde la distancia a lo nuevo sea acorde a los esfuerzos y capacidades de cada alumno, la idea hoy día no es solamente achicar las distancias entre los escalones de la escalera de todos sino también construir una cima a veinte centímetros del suelo. De esta manera nadie se queda frustrado por no llegar. Todo en nombre del absurdo de la igualdad.
9) El periodista de clarinsucho apunta a saber la razón de para qué intentar aggiornar los himnos clásicos en vez de crear algo nuevo. Lástima que la respuesta sea tan solo un disfraz de la nueva cultura del facilismo: si construyo algo nuevo, debo esforzarme para que me den bola, incluso la gente debe esforzarse por apreciar lo nuevo; en cambio si soy conservador, puedo disfrazarme de progresista y venderme como revolucionario tirando abajo lo que otros construyeron. En nombre de lo mal que lo hicieron, en nombre de hacerles las cosas más fáciles de digerir a las nuevas generaciones, pobres víctimas de indigestión de las construcciones modernas. Ah, y si no van a escucharlo a Sarmiento cumbiero es porque son unos malditos nazis conservadores cerrados sobre sí mismos que no sabern apreciar lo... ¿nuevo?